miércoles, 29 de noviembre de 2017

Digamos alguna cosa sobre "Don Carlos" (1)

Si tienes más de un Don Carlos no te puede faltar el de Giulini.


"En este drama todo resulta falso, a pesar de su forma brillante y sus nobles ideas. Incluso el mismo Don Carlos era una persona demente, colérica y repulsiva. Isabel jamás estuvo enamorada de él. Posa es un ser imaginario que jamás podría haber existido durante el reinado de Felipe II" (Verdi).


Vuelvo al blog por una sencilla razón, porque hoy me ha apetecido, es el momento de prepararse Don Carlos y esta es una manera de hacerlo que siempre me ha gustado, no voy a ser muy original la verdad, quizás otro día, con ánimo de serlo suelte aquí alguna chorrada o alguna barbaridad de las mías, podría decir, por ejemplo, que Don Carlos es una ópera que tiene muchos problemas y el principal es el nombre del compositor, otra cosa hubiera sido si se hubiera llamado Meyerbeer, Adam, Lortzing, Mercadante, Thomas, Paccini, Ponchielli o Arrieta, pero es que estamos hablando de Verdi. Hoy se trata de hacer un repaso rápido para ubicar temporalmente la composición de la obra y señalar los principales temas o problemas que plantea. Terminaremos escuchando uno de sus mejores momentos en la voz de un actor cantante como pocos ha habido.

Verdi en 1865 aceptó un encargo de la Academia Imperial de Música, lo que después sería la Ópera de París, para componer una ópera que tendría que formar parte de las conmemoraciones de la Exposición Universal de 1867. De entre los posibles argumentos que Verdi baraja para esta futura ópera parisina termina decantándose por el drama de Schiller titulado Dom Karlos, Infant von Spanien, que se había publicado en Hamburgo unos ochenta años antes, antes de que hubiera tenido lugar la Revolución Francesa. Schiller adopta, más que una actitud de respeto por la realidad histórica, por una actitud, en palabras de Matthew Boyden, proto-hollywoodiense, al caracterizar al personaje central, o no tan central como pudiera parecer, como un héroe romántico y no como lo que en realidad fue, un “psicópata epiléptico”. Schiller nos habla de la historia de amor entre el infante Don Carlos y la francesa Isabel de Valois, conviritiendo también la obra en una denuncia de la monarquía absoluta, en un ataque a la intromisión de la jerarquía católica en los asuntos de Estado y en una defensa de la libertad.

De escribir el libreto la ópera se encargaron Joseph Méry (su libreto más famoso es el de Sémiramis de Rossini), quien fallecería antes de estar concluso el libreto, y Camille du Locle. Los libretistas inventan su propio final al hacer aparecer el fantasma de Carlos V, abuelo del protagonista, vestido de fraile salvando al nieto; sin embargo, en el drama de Schiller el infante Don Carlos es entregado a la inquisición por su propio padre, el rey Felipe II.

A finales de 1866 ya estaba terminada la partitura y la ópera se estrenó el 11 de marzo de 1867 en francés bajo la forma de grand opéra, con cinco actos y un ballet que se titula de La Peregrina; sin embargo, la versión más popular fue traducida al italiano y tiene cuatro actos (suprime el primer acto, salvo el aria de Don Carlos), se estrenó en La Scala de Milán en 1884; hay también una versión estrenada en Módena, también en italiano, con sus cinco actos pero sin ballet.

Con Don Carlos Verdi junta tres caminos que ya había recorrido por separado: el formado por los dramas de Schiller (Giovanna d’Arco y Luisa Miller), por la temática española (Ernani, Il trovatore y La forza del destino) y la gran ópera francesa (Jérusalem  y Les Vêpres siciliennes).

La ópera contempla varios conflictos:


  • El conflicto del infante don Carlos con su padre, Felipe II, por el amor de una mujer, Isabel de Valois, hija del rey de Francia y Catalina de Médicis; del que se deriva el del propio rey al comprobar que no es amado por su esposa y verse atacado, también en el terreno político, por su hijo, que acoge la causa de Flandes.

  • El conflicto del idealista marques de Posa, Rodrigo, con el déspota Felipe II sobre el problema de Flan.

  • El de la reina Isabel, que debe sacrificar su amor por el infante por el cumplimiento de sus obligaciones reales, lo que hoy denominaríamos ser una reina profesional. Los datos históricos demuestran que aunque es cierto que don Carlos estuvo prometido a Isabel de Valois, nunca estuvieron enamorados, y el compromiso se vio truncado por la firma de la paz entre Francia y España y el compromiso de la joven adolescente de 13 años con el rey Felipe II, que entonces tenía 32.

  • El conflicto de la intrigante princesa de Éboli, que fue anteriormente amante del rey pero que ahora está enamorada del atractivo infante, aunque esto es así tan  solo en la ópera, en realidad Carlos era un joven muy poco agraciado (jorobado, tartamudo y arrastraba una pierna). Éboli parece que no lo quiere tanto como para ocultar al soberano los amoríos del infante con su madrastra.

  • Y el del fanático Gran Inquisidor frente a la monarquía por la lucha por el poder. ¿Terminará Felipe reconciendo la sumisión de la corona ante la Iglesia?

Pero además de todos estos conflictos y del tema del amor fruto de la atracción sexual, del amor paternofilial o del conyugal, en Don Carlos es realmente relevante el tema de la amistad, del amor fraternal entre el protagonista y el marqués de Posa que se pone de manifiesto en varias ocasiones a lo largo de la ópera y por culpa del cual la vida de Rodrigo se verá sesgada. Seguiremos otro día hablando de Don Carlos, mientras tanto podemos escuchar una muestra de este amor entre el infante don Carlos y Rodrigo, precisamente el de la muerte de éste en la voz de Tito Gobbi, no tiene los medios de Milnes o Cappuccilli, ni la extraordinaria técnica y estilazo de Bruson, pero la intención también es muy importante:




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